
Siguen pasando los días y las semanas, y la mayoría seguimos trabajando en casa. Hemos querido decir que estamos en un momento de home office, si bien creo que hay muchas diferencias entre el home office y trabajar desde casa por una pandemia, empezando porque es un home office compartido con el resto de nuestros seres queridos, incluidos los más chicos con sus coles, y eso, en muchos casos, se que lo está haciendo más complicado.
En cualquier caso, nuestro trabajo lo desarrollamos a distancia, en remoto, y sin la atenta supervisión de un jefe. Y esto se puede ver desde dos perspectivas: aquellos que piensan que han ganado en autonomía, dejando atrás la supervisión estricta y el control; y aquellos que echan de menos la instrucción, la posibilidad de acercamiento a otros para tomar una decisión y, muchas veces, la mano ajena de la que recibimos una solución. Esa doble perspectiva que nos enfrenta a un problema de dependencia o nos acerca a un espacio de autonomía y auto-gestión.
Y aquí yace ya una primera reflexión, ¿desde dónde estamos observado la situación?, ¿quizá sí estamos echando de menos esa supervisión más cercana o, por el contrario, nos sentimos cómodos en una necesaria auto-gestión?
Ser autónomo, supone poder tomar por uno mismo decisiones, asumiendo su responsabilidad, y requiere de capacidad, habilidad y actitud. Saber y tener los conocimientos y herramientas sobre lo que voy a decidir (capacidad); tener las destrezas para poder ejecutar esas decisiones (habilidad); y la voluntad y predisposición para llevarlas a cabo (actitud). Supondrá, por parte de los líderes, de haber formado y capacitado a sus equipos para esa toma de decisiones; mientras que, por parte de cada uno de nosotros, poner en marcha nuestras capacidades, conocimientos y, sobre todo, una mentalidad de accountability.
Me gusta entender que ser accountable significa no sólo dar cuenta de nuestros resultados, sino también implica adquirir un firme compromiso, sentirnos responsables y protagonistas de hacer que las cosas sucedan y los resultados se den, hacer nuestros esos resultados, y ser proactivos en su búsqueda.
Hoy, sin lugar a dudas, es nuestro momento de prueba: como líderes, para saber si hemos desarrollado en los demás esa mentalidad de autoexigencia y autonomía; y, para cualquier persona, para reconocer y explorar en nosotros mismos cómo desarrollar nuestra propia autonomía. Es nuestro momento para demostrar que podemos aportar sin que nos lo pidan: que valemos, queremos y podemos; es el tiempo de mostrar nuestro talento, y adelantarnos, sugerir y proponer ideas, soluciones, alternativas; es el momento de hacer ver que somos más que responsables y que vamos a por todas, que tenemos ganas, ilusión y pasión por hacer bien las cosas.
Como en todos los grandes equipos, en alguna ocasión te has podido sentir en la banca, y ver cómo jugaban otros. Hoy, todos estamos en la cancha de nuestra responsabilidad individual. Todos estamos jugando. Depende de ti cómo vas a correr de rápido, cómo vas a gestionar tus fuerzas y recursos, cómo vas a jugar la pelota y cómo vas a defender los intereses de tu equipo.
Esa sensación de protagonismo es lo que va a definir tu mentalidad de accountability. Y, con el ánimo de indagar y extender esa mentalidad, permíteme resumir hoy su desarrollo en estos cinco puntos:
1. Ownership: Desarrollar nuestro sentimiento de propiedad y pertenencia. Los objetivos son nuestros, la tarea, es nuestra tarea, la responsabilidad de los resultados, es nuestra. La empresa, la compañía y el equipo, por supuesto, están para apoyarnos, pero nosotros somos los dueños de nuestra parcela.
2. Propositivos: Frente a la queja o el foco en lo que no funciona, hemos de hacer especial énfasis, más en estas circunstancias, en nuestras propuestas de cómo sí hacer para que funcione. Ser capaces de ofrecer y tener la confianza para expresarnos y proponer soluciones a situaciones a las que aún es difícil de adaptarse.
3. Límites: Si hablamos de compromiso, hemos de tener claro que no nos podemos comprometer a cualquier cosa o decir que sí a cualquier compromiso. Comprometernos con todo es comprometernos con nada. Hemos de ser asertivos para poner límites y definir, o ayudar a definir prioridades, para también tener un balance de vida.
4. Proactividad. Si ser propositivos y centrarnos en las soluciones es una necesidad mayor en estos días de mayor autonomía, adelantarnos, en vez de esperar a que alguien levante la mano, será una consecuencia necesaria para asumir esa responsabilidad y hacer que las cosas sucedan. Y sucederá, siendo proactivos, gracias también a nosotros.
5. Experimentar. Todos estamos en diferentes situaciones de incertidumbre, no tenemos todas las respuestas y las soluciones que nos gustaría, y menos a la mano. Eso nos obliga a tener iniciativa, y experimentar con nuevas opciones. Probar, arriesgarnos, ser creativos, no será una opción si queremos liderar y ser capaces de ejercer nuestra autonomía.
Hoy, especialmente estos días de incertidumbre, es tiempo de valientes. Valientes que asumen, con coraje, la responsabilidad de sus propias decisiones. Tienes, tenemos, un enorme campo de pruebas para ejercer nuestra responsabilidad. El reto es aceptarla; el desafío, practicarla; el éxito, demostrarla. Ahora, debe ser tu momento.

Tarde de sábado…, y como casi todas estas tardes de sábado y coronavirus, tenemos “cine en casa”. Ponemos una peli y disfrutamos de la pequeña pantalla. Esta vez pusimos “Géminis”. Había escuchado buenas críticas pero además de gustarme como peli de acción, me ha llamado la atención el mensaje de fondo. El argumento, en un momento dado, me recordó una antigua película que vi de niño y me impactó sobre manera: «Los niños del Brasil». Pero de ella ya os comentaré en otra ocasión. La película de hoy, plantea un dilema ético.
En un momento dado, uno de los protagonistas desarrolla su argumento: “(…) ¿Viste lo que pasó allí?, las atrocidades, amigos que regresaban a casa en una caja de madera. ¿Por qué aceptar eso si hay una solución mejor? (…) Podemos proteger al mundo entero sin que nadie sufra por ello”. Se refería a los horrores de la guerra. Y esa solución mejor de la que habla, mira a construir una máquina semi-humana para vencer esas batallas: alguien que no sufra pero que sea capaz de generar un terrible dolor al enemigo; alguien que sea humano, pero aprenda a no sentir y así evitar el miedo, la frustración o la tristeza; alguien que obedezca, pero no tenga la capacidad crítica para pensar sobre lo que hace y sus consecuencias. Alguien que evite más dolor, a costa de perder su humanidad. Crear alguien, en definitiva, que siga ciegamente instrucciones para que los demás podamos ser libres. El dilema ético tan viejo como la humanidad: alguien que, por un fin noble, o pretendidamente noble, se olvide de los medios empleados. Alguien que siga pensando que el fin justifica los medios. Y actúe en consecuencia.
Y, ¿por qué no? ¿Por qué no crear un monstruo omnipresente que vigile por nuestras libertades? Quizá porque habríamos creado un monstruo y eso no es bueno. Quizá porque en ese momento habríamos renunciado a esa preciada libertad. Quizá porque no es cierto que vivir prescindiendo de la libertad sea la mejor opción. Es el sueño totalitario. El sueño de creer que sólo nosotros tenemos la clave para organizar la sociedad como conviene, y prescindir de la opinión ajena. Es lo contrario de lo que es, o debería de ser, la democracia o, para mejor decir, el sistema liberal que trajo la democracia: no sólo el gobierno de la mayoría, sino el respeto por la minoría, una minoría que mañana pueda convertirse en mayoría.
Hace mucho leí en Marañón que el fin debe quedar justificado por los medios. En concreto dijo: «Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin». Creo que necesitamos más liberales en estos tiempos, al menos entendidos a la manera de Marañón. Y, para ello, hemos de ser capaces de la crítica, la autocrítica y la reflexión sobre nuestras equivocaciones.
Hoy, más que nunca, en esta crisis internacional, necesitamos gobernantes, líderes y autoridades; medios, influencers y comunicadores; maestros, padres y amigos, que tengan unos sólidos principios éticos, que entiendan y distingan con claridad lo que está bien de lo que está mal, lo que es cierto de lo que no lo es, y que nos enseñen y muestren la verdad, aunque a veces duela, moleste o no sea popular. En definitiva, que la libertad, la verdad y la humanidad – caridad, dirían los clásicos – formen siempre parte de los medios que empleemos para nuestros fines. ¿Y será que en esta crisis se están viendo algunos signos de autoritarismo peligrosos para nuestra libertad?
“Estás hablando de personas”. Esa es la respuesta, seca, directa y contundente que da otro de los protagonistas en Géminis: “¡sí!, de personas”. Quizá cuando seamos capaces de entender que en la naturaleza de las personas hay unos principios inquebrantables, y que la verdad y la libertad forman parte de ella, podremos superar de forma colectiva cualquier adversidad, con mayor facilidad y cohesión. Mientras tanto, dar la batalla por ambas, seguirá siendo una obligación cívica.